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¡Hola pipis! Hoy les traigo una palabra que escuchamos muchísimo en los últimos tiempos y me parece que merece que charlemos al respecto: RESILIENCIA.

Todas pasamos por algún momento en nuestras vidas donde un cambio, muchas veces inesperado, nos desestabiliza hasta la última fibra y no sabemos qué hacer ni cómo.

Las personas resilientes son aquellas que mejor atraviesan estos procesos y salen fortalecidas de situaciones adversas.

Suena lindo, ¿no? ¡¡Quiero!!

Pero...

¿Qué es la resiliencia?

Es la capacidad que tiene una persona de sobreponerse aún en tiempos difíciles, dolorosos o marcados por cambios y desafíos profundos. 

Esto no quiere decir que tengamos que fingir que todo está bien ni mucho menos. Sino darnos permiso de sentirnos como realmente nos sentimos ante los cambios que se presentan en nuestras vidas, siendo conscientes de nuestras emociones y permitiéndolas fluir, pero no ahogándonos en ellas.

Es decir, entender el proceso que estoy viviendo y lejos de luchar contra él… aceptarlo y aprender.

Todas las experiencias que tenemos a lo largo de nuestras vidas nos transforman constantemente, está en cada una de nosotras lograr que esas transformaciones sean positivas, permitiéndonos evolucionar y aprender de lo vivido.

Puede parecer muy difícil, sobre todo si estás atravesada por ese “sacudón” que traen los cambios, pero es importante que no te exijas, que vayas a tu tiempo, sin presión, que te permitas sentir, para luego poder aprender de eso que sentiste.

Creo profundamente que hasta el mayor dolor de todos, esconde un grandísimo aprendizaje.

Lo que niegas te somete, lo que aceptas… te transforma. Carl Jung

Ahora bien, pero…

¿De qué me sirve la resiliencia?

La resiliencia mejora la experiencia de nuestro ser frente a adversidades como rupturas amorosas, pérdidas de seres queridos, enfermedades, dificultades económicas, proyectos que fracasan y muchísimos ejemplos más.

Me gusta verlo como un camino, una elección de vida frente al dolor.

Ante una situación que sentimos que nos sobrepasa, podemos quedarnos en ese lamento o practicar la resiliencia, intentando no solo estar mejor emocionalmente, sino aprender de la experiencia para salir más fuertes de ella.

En mi experiencia, cuando me preguntan como me repuse de situaciones que me causaron muchísimo dolor, suelo decir: “Tenía dos opciones: quedarme en la cama llorando y quejándome… o levantarme e intentar que mi vida sea lo más linda posible.

Así siento la resiliencia yo.

Ahora la pregunta de rigor…

¿Como hago para ser más resiliente?

Lo primero que quiero aclararles es que la resiliencia es una experiencia personal que mejora el vínculo con una misma y sus emociones, por lo tanto cada quien puede construir su propia fórmula.

Aquí les comparto humildemente algunos consejos que a mí me ayudan muchísimo.

  • Autoconocimiento: me resulta fundamental saber quien soy y “de qué estoy hecha” para ayudarme a sobrellevar situaciones difíciles, saber dónde están mis puntos débiles, mis inseguridades, que me hace bien, que me reconforta, lo que necesito cuando estoy triste, etc. El amor propio es el mejor punto de partida para sobrellevar un dolor profundo. 

  • Aceptación: entender que la realidad es como es, no como nosotras quisiéramos, y no tenemos control sobre todo lo que nos rodea. Poder distinguir que depende de mí y que no, es un gran paso para aceptar y soltar aquello que no puedo cambiar. Yo descubrí el alivio enorme que significa dejar de hacer “fuerza” sobre aquello que solo nos queda “aceptar”.

  • Paciencia: es importante que sepamos que nada sucede de un momento para el otro, nada puede construirse de la noche a la mañana, y que hasta incluso nuestras propias emociones tienen su proceso y hay que dejarlas ser. La ansiedad nos suele llevar a lugares poco constructivos.

  • Creatividad: intentar pensar y repensar desde otra óptica esa situación que tanto nos duele, cambiando los lentes con los que miramos las circunstancias dadas, intentando crear algo positivo entre tanto dolor.

  • Tolerancia a la frustración: si entendemos la frustración como un proceso de aprendizaje para volver a intentarlo, para evolucionar o para aprender, podemos enfrentar aquellas situaciones que no siempre tendrán el resultado que esperamos.

  • Empatía: entendiendo a la misma como la capacidad de ponernos en el lugar del otro y comprender sus sentimientos tanto como los propios, aumentamos el flujo de dar y recibir afecto en las relaciones con los demás, lo que incrementa nuestra red social de apoyo.

  • Pedir ayuda: poder salir del ensimismamiento en que solemos caer cuando algo nos duele o nos deja en shock, es fundamental para poder sentirnos mejor. Ya sea ayuda profesional y/o red de seres queridos (dependiendo el caso y la situación) estar abierta a compartir el dolor con otro es un factor clave para ser resilientes. 

  • Flexibilidad y perseverancia: lejos de ser opuestos, en mi opinión son el complemento perfecto. Pudiendo no desviar nuestra meta final sin caer en rigideces que nos traban y, en varios casos, lastiman en vano. 

Por último amigas, hay una pregunta que a mi me ayuda un montón y es la siguiente:

“Entendiendo que este acontecimiento está sucediendo más allá de que me guste o no… ¿Qué puedo aprender yo de esto?”

Porque al fin y al cabo, creo que todas buscamos nuestro bienestar, y eso mis queridas amigas, es algo que estamos aprendiendo a cada instante.

¡Bienvenido el cambio si con él nos trae aprendizaje, evolución y transformación!

Las abrazo con el alma.

Fiamma.

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