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Nuestros entornos más cercanos, incluso desde la infancia, nos pueden crear heridas que se arraigan a la personalidad y nos acompañan en la adultez generando indisposiciones, inseguridades y rechazos que, a veces no comprendemos. Estas lesiones emocionales que nos marcaron, deben ser el punto de partida para que reconozcamos nuestra historia y busquemos perdonarla, sanarla y conseguir una vida más plena y tranquila.

Aunque en ocasiones queramos culpar a nuestros padres o cuidadores por causar estas heridas de la infancia, es necesario preguntarnos, ¿realmente tenían la intención de causar esto en mí? Todos estamos en un proceso de crecimiento y autoconocimiento que vamos desarrollando poco a poco, así que en ocasiones, la maternidad y paternidad también es una prueba de “ensayo y error”, en la que debemos ser más compasivos y comprender que: ¡Tal vez nadie tenga la culpa!

Heridas de infancia: Cuáles son y cómo reconocerlas

Hay cinco categorías principales en las que se podrían clasificar las heridas de la infancia para comprender de dónde surgen los dolores más profundos, traumas e incluso, comportamientos impulsivos que, aunque no queramos accionar, muchas veces nos sobrepasan.

Temor a la soledad

Si tus padres o cuidadores tuvieron que estar un poco ausentes cuando eras niño, dejándote solo por periodos de tiempo muy largos, puede ser que en la adultez experimentes un miedo profundo a que las personas cercanas a ti se vayan y te dejen. 

El abandono no tiene que ser necesariamente físico, también puede ser que te sientas desplazada y poco valorada en términos emocionales, generando un temor extremo a la soledad y el abandono, haciendo que tiendas a relacionarte de manera dependiente, o, por el contrario, generando un tipo de apego evitativo que te impulse a irte o “abandonar” a los demás antes de que lo hagan contigo, como un mecanismo de defensa .

Temor a situaciones injustas

Si tus padres fueron muy rígidos y estrictos contigo, generando más autoridad que cercanía e invalidando tus emociones y sentimientos porque siempre buscaban seguir la regla y no el sentir, entonces puede ser que hayas desarrollado una herida de injusticia.

Actualmente lo podrías evidenciar con la necesidad de tener el control y la razón en todos los aspectos de tu vida, no permitiendo espacio para errores y siendo altamente perfeccionista en cualquier ámbito. 

Temor a ser humillado

Si tu autoestima depende mucho de la aprobación de los demás, puede ser que en tu infancia te hayas sentido humillada, menospreciada o desaprobada en muchas ocasiones, y por eso puedes llegar a creer que eres menos capaz de hacer las cosas o que eres menos merecedora del amor que el mundo tiene por brindarte. 

En la adultez puedes experimentar esta herida queriendo complacer todo el tiempo a los demás para “sentir” que mereces su amor, atención y respeto.

Temor al rechazo

Si durante tu infancia te sentiste menospreciada, criticada o poco aceptada, probablemente desarrollaste esta herida que puede ser una de las más difíciles de sanar.

Puede ser que veas sus estragos en la adultez en forma de inseguridad, costándote recibir críticas ajenas y sintiendo que no mereces el cariño que los demás tienen por darte. La búsqueda constante de aprobación y miedo al error, pueden estar muy presentes.

Temor a ser traicionado

Si en tu infancia viviste muchas promesas incumplidas o mentiras, puede ser que en la adultez seas una persona más desconfiada, insegura y con un temor constante de que los demás te estén engañando; además, puede representarse también en las personas que intentan ser muy controladoras, asegurándose de tener todo en el radar y estar enteradas de todo.

Reconcíliate con tu niña interior

Primero, es esencial que hagas un recuento de cómo pudo ser tu infancia; muchas veces esos momentos dolorosos suelen ser suprimidos por nuestro cerebro para evitar el sufrimiento, por lo que es probable que no recuerdes muchas situaciones en las que hayas visto vulneradas tus emociones y tu ser en general; pero puedes conversar con tus padres, comprender su posición y perdonar con la certeza de que, el daño no se hizo con intención.

Además, y como consejo infalible: ¡Ve a terapia psicológica! Nunca está de más que asistas donde un profesional que te oriente en este camino y que te ayude a resolver esos conflictos internos que probablemente no tienen mucha claridad en tu interior. 

Para tener una adultez sana, tu infancia debe estar rodeada de cariño, perdón, resiliencia y, sin duda, comprensión.

Fuentes

https://www.estarbienencasa.cl/article/heridas-de-la-infancia-que-son-y-como-sanarlas

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